Tengo esta extraña aficción por hacer listas inútiles [a la vista de cualquiera], por ejemplo, de lo que quiero hacer en el día o en la semana, listas de mis objetos de deseo, de música próxima a comprar-conseguir, de cosas que quiero hacer antes de morir o de cosas que me gustan -como si enlistarlas fuera a hacer la diferencia-, como comprar cientos de libros y esperar el momento para leerlos "cuando haya tiempo" [lo cual nunca sucede], poner el iPod en shuffle y esperar que salgan mis canciones favoritas y que casi nunca escucho [la desventaja de tener Gbs y Gbs de música], leer las etiquetas de productos cosméticos con la esperanza de que algún día recuerde un componente secreto en la pasta dental que también lo contiene la cera para depilar [lo cual tampoco sucede porque nunca recuerdo los nombres menos aquellos que tienen más de 25 letras], ver fotografías aunque ni siquiera conozca a los que salen en ellas, que me inviten a pedas caseras en donde la gente que uno se va a encontrar es aún más selectiva que la de un bar, sin embargo, uno puede intervenir la música y no dejar que nadie más intervenga.
Me gustan tanto las listas inútiles que me entretengo leyendo los status de las personas en Facebook y Twitter. Debo admitir que me he vuelto una voyerista de patraña gracias a esa extraña pulsión que la gente tiene de avisarle al mundo qué está haciendo, con quién está y hasta cómo se siente. Aunque siempre que abro el Facebook es lo primero que miro, noto que más bien pocos son capaces de atrapar mi atención más allá del segundo que me toma su lectura y hasta rabia me da perder tanto tiempo [pero ahí sigo], pues lo cierto es que no todos somos lo suficientemente buenos como para hacer cada dos horas slogans cautivadores sobre nuestras vidas, por lo cual recomendaría que la gente sólo cambie su status cuando verdaderamente tenga algo, no interesante porque la vida está hecha de tonterías padres, pero al menos ingenioso que decir. No en contenido, sino en forma.
Lo que no concibo es el picante; para mí el mundo se divide entre los que comen picante y los que no. No es por ser extremista, pero son dos visiones del mundo totalmente distintas.
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